La hipocresía de las personas en la relación con el tema de la prostitución, es un tema que tendríamos que plantearnos seriamente. Somos uno de los países que más dinero genera en este ámbito y por ello debemos actuar con responsabilidad y coherencia. Ante ello, me pregunto si determinados colectivos de la sociedad tienen el derecho moral de recriminar a aquellas mujeres que ejercen la prostitución, por necesidad económica u otros motivos, su falta de decoro y decencia, por ejercer una actividad que consideran impúdica.
Quienes somos, los humanos, para juzgar si la prostitución es una inmoralidad, cuando nosotros estamos creando una sociedad donde se están rompiendo las bases fundamentales de los derechos humanos y el acceso a los servicios públicos básicos, perjudicando a los mas desfavorecidos y a la cada vez más debilitada clase media?
Esta salida a la que se ven abocadas muchas mujeres que viven en entornos desestructurados, pobres y en riesgo de exclusión social, es un problema de difícil solución, no sólo por la crisis económica que hoy en día nos afecta, sino también porque en muchos casos intervienen factores como, el proxenetismo, la mafias, la ley de la oferta y la demanda, etc. En consecuencia medidas populistas que buscan penalizar la supervivencia, con argumentos que se basan en principios morales, perjudican la única salida temporal que tienen estas personas, ante una situación de pobreza. Muy fácil es hablar de un mercado laboral, que actualmente está congelado, en perspectiva de reducirse y dejar a más gente en la estacada, con leyes que facilitan el despido, la disminución de salarios y donde la experiencia y el valor de nuevo moral parce no existir.
Que credibilidad tienen los gobernantes y todos aquellos colectivos que usan la moral, si ellos mismos son quienes no facilitan alternativas? Hasta donde debemos los ciudadanos permitir que nos expriman con leyes mientras no se hace nada para facilitar la resolución de situaciones que no son de su agrado? Lo más inverosímil del asunto es la poca disponibilidad que tienen las autoridades competentes para solucionar un asunto tan delicado como este, siendo su única medida el afán sancionador, como medida persuasiva, sin dar a cambio alternativas como son la formación y la creación de empleo. Más cuando en muchos casos se dan situaciones de maltrato y coacción, por parte de redes mafiosas, que las han traído engañadas desde sus países, con la promesa de un futuro mejor. En la mayoría de estos casos, hablamos de mujeres jóvenes, con pocos estudios, que por ayudar a sus familias, a salir de la pobreza extrema, emprenden un proceso migratorio difícil, que se agrava cuando intentan hacerle frente. Casi siempre desconocen que al aceptar ese cambio de vida, están contrayendo una deuda, que difícilmente podrán saldar, por no tener papeles.
Con frecuencia son coaccionadas, por creencias religiosas y con amenazas a sus familiares, que restan bajo la órbita de las mafias, para garantizar el cobro de la deuda. Les generan un miedo incontrolable, que las acaba impulsando a una vida que manejan y controlan otras personas a su gusto.
Rafa Joplin