Desde tiempos muy remotos el hombre siempre ha buscado un techo donde cubrirse del sol, de la lluvia y del viento, siempre bajo el auspicio de su libre albedrío. Hoy en día las circunstancias son diferentes, en tierra somos siete mil millones de habitantes y un tercio de esta población no tiene un techo donde cobijarse. Donde más sufren estas calamidades, suele ser en los países más empobrecidos y los castigados por la corrupción de sus mandatarios. Esta problema no es local, nos atañe a escala global, con independencia de la riqueza de los estados. Mientras los más pobres miran un futuro incierto, los más ricos se lucran de las desdichas de los primeros, aumentando exponencialmente la distancia entre clases. Tendríamos que reflexionar hasta que punto esta situación miserable debería tener establecidos unos límites de vergüenza, pues de lo contrario las consecuencias pueden ser nefastas.
Los políticos en su afán de conseguir la poltrona, llenan siempre sus discursos de palabras sin sentido, prometen cosas que nunca cumplen y benefician a sus allegados, personas de clase social alta, con grandes recursos, mientras que los ciudadanos dependemos de ellos, de sus decisiones y su “buena fe empresarial”. La ciudadanía debería protestar ante esta situación de desamparo que sufrimos, ya que gran parte de la culpa la tienen los poderes económicos y políticos (poderes fácticos). Por ejemplo, la constitución española dice en su artículo 47, que todos ciudadanos españoles tienen derecho a una vivienda digna, pero viendo la situación actual creo que todo es una gran mentira.
Desde una perspectiva moral y legal los culpables tendrían que ser juzgados por sus formas de actuar, siendo obligados a solucionar el embrollo que ellos mismos han causado con su ambición. Sin medidas como esta, pienso que en pleno siglo XXI será casi imposible recuperar el estado del bienestar que teníamos, y es más seguiremos perdiendo prestaciones. Los ciudadanos no tendríamos nada que perder, si de ahí naciese un estado de violencia en escala, fruto de la pobreza. Lo hemos visto por desgracia en los países en vías de desarrollo donde gobernantes sin escrúpulos gobiernan a gente que no tiene nada, explotándolos hasta que se sublevan.
¿que pasaría si una pequeña parte del territorio de las ciudades se convirtieran en viviendas dignas para las personas sin techo? ¿Es una utopía? ¿Podría estar gestionado por los ayuntamientos, con el apoyo de entidades sociales? Los más peliagudo del asunto de las personas sin techo radica en primer término en la escasez de recursos económicos, en segundo término la dejadez de los poderes políticos y en última instancia aunque no por ello menos importante, en la implicación de los ciudadanos, prestando tiempo y recursos materiales o económicos.
Rafa Joplin